Entre encinas, quejigos y
algunos alcornoques discurre esta etapa, que no la primera, pero si la que abre
esta parte de “viajes y andanzas”.
Nos desplazamos nuevamente a tierras malagueñas, a la serranía de Ronda,
para mochila a cuestas partir de la localidad
que da nombre a la sierra.
Comenzamos en la Plaza del Campillo y continuamos por el camino
empedrado de los Molinos, rodeados de almendros que ahora en flor colorean
nuestros pasos durante este primer descenso. A los pocos minutos atravesamos la
rehabilitada Puerta del Viento, arco escarzado de ladrillos que comunicaba el
Valle de los Potros con el barrio principal y una de las puertas de acceso al recinto amurallado de la albacara.
Vigilando, la “picha” del rey moro, monolito con fósiles marinos.
Al instante, abandonamos el
carril y nos adentramos por una vereda de ensueño en un frondoso bosque de
encinas, donde una alfombra de hojas
secas cubre el camino, musgo en los troncos que indican el norte. Entre los
árboles, se vislumbra la cada vez más alejada civilización,….. lástima tener
que despertar para abrir y cerrar las numerosas alambradas para el ganado.
Trás cinco minutos de paseo idílico llegamos al lugar conocido como opo
del burro (también oreja del burro…), un hermoso pasillo, resto impugne de la
erosión, que discurre por piedras
calizas desde las cuales se divisan a ambos lados y hacia abajo, los cauces del
rio Guadalevín a derecha, y del arroyo de Sijuela a siniestra. Después de la
oportuna fotografía, puesta en marcha hacia el paraje de Lourdes, antes, buscar
un lugar para atravesar el arroyo y prepararse para comenzar la primera subida
de importancia. Retomamos el carril que viene cruzando el rio, a la orilla,
Lourdes, un panteón de tipo mausoleo renacentista perteneciente a los Marqueses
de Moctezuma. Dentro en una cuevecilla, una imagen de la Virgen a la que en
antaño se le dedicaba una romería en su honor.
A esta zona también se le conoce como "El Duende".
Proseguimos la ascensión, se unen al viaje algunos alcornoques
despojados de su corcho, y entramos en terreno de caza de una pareja de rapaces
que nos observa desde el cielo. Desde cada curva del camino, entre árbol y
árbol, Ronda se va haciendo cada vez más pequeña.
En la parte más alta de la ascensión, otra puerta, pero antes de entrar,
tiempo para el descanso y la fotografía. Nos espera una pronunciada bajada y la
más dura subida del recorrido. Zona de pastos, vacas, retamas, mucho barro a
pesar de la escasa lluvia, y una pareja de alemanas a las que volvimos a ver en
numerosas ocasiones durante el paseo.
Culminada la cima, y vueltos a reagrupar, seguimos por el mismo carril
atravesando un rebaño de ovejas y a un par de pastores que llevan direcciones
opuestas a nosotros, en frente se divisa ya la sierra empedrada, algunas de las
casas encaladas de Montejaque, y los ojos del gato que da nombre a la cueva.
Más adelante, Benaoján y su estación.
Abandonamos el carril para buscar la vereda,
trayecto más bonito, y un lugar para comer. Estrenamos la bota con “ligaillo” y
después del mejor de los momentos continuamos. Nos topamos con una fuente y las
alemanas, y a unos escasos doscientos metros la estación de Benaojan con sus
bares. Que ya que hay que esperar al tren, ¡que mejor lugar!.
26/02/2010
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