Por
el año 1245, para árabes 642 y judíos 5006, el pueblo de Jaén
dormía tranquilo y las viejas costumbres aprendidas de padres a
hijos seguían vigentes y asentadas sin ser conscientes de lo que se
avecinaba en el próximo año. Tanto árabes, judíos y cristianos,
pese a las diferencias que les separaban, convivían en perfecta
armonía debido al respeto mutuo que se procesaban.
Fue
a finales del año mencionado y principios del 1246 cuando las tropas
de Fernando III, apodado el Santo debido a su devoción cristiana y
sus grandes muestras de piedad y reconquista, entraron en la ciudad y
la conquistaron. Esa armonía existente se fue perdiendo poco a poco
afectando a todos los sectores, siendo de los más visibles el
religioso y el urbanístico. Hay que hacerse notar y como ha ocurrido
a lo largo de la historia, y aún seguimos haciendo, destruimos para
borrar las huellas del pasado y dejar plasmadas las del presente.
Uno
de los cambios que realiza este rey es la delimitación de la ciudad
en parroquias, que cogían el nombre de la iglesia a la que
pertenecía. En el siglo XIX se cambiarán esta repartición y se
designará a éstas como barrios e independientes de la iglesia que
haya en sus inmediaciones.
Así
antiguas mezquitas fueron convertidas y remodeladas, transformándose
en templos cristianos. Ésto mismo ocurrió posiblemente con
sinagogas.
La
iglesia de San Bartolomé, ubicada en la plaza con mismo nombre y
cuya fachada fue alzada por Eufrasio López de Rojas se cree que fue
una iglesia visigoda, pero también hay pesquisas de que pudo ser una
antigua mezquita. Tanto es así, que a los pies de la iglesia, como
material de arrastre, podemos ver dos capiteles de anterior época.
Será
en el siglo XVI con el Obispo Alonso Suárez cuando se produzca los
cambios más significativos en el templo como la techumbre a modo de
artesonado y donde deja su impronta en el escudo, actualmente en la
Iglesia de San Ildefonso.
La
cabecera del templo originariamente estaba decorada con frescos, pero
en 1518 se mandó esculpir a Sebastián de Solís el retablo que
actualmente podemos contemplar, excepto una pequeña parte que a
consecuencia del incendio producido en la Guerra Civil desapareció y
posteriormente fue restaurado. El retablo está dedicado en su eje
central al Santo que da nombre al templo representado en el momento
de su martirio, despellejado.
En
esta iglesia encontramos también restos de otras y que son de suma
importancia. Así la pila bautismal realizada en cerámica vidriada
al estilo mudéjar que se cree que pudo en su día estar ubicada en
la Antigua Iglesia de San Lorenzo. También encontramos aquí el
Cristo de la Expiración, procedente del antiguo convento de San
Francisco, actualmente Diputación Provincial. Cristo que procesiona
todos los Jueves Santos y siempre que el tiempo lo permite.
Desde
aquí continuamos la visita hacia el Convento de Santa Clara, que
como ya se indicó en el artículo anterior El
Canto del Cisne de Sefarad - Judería de Jaén. fué mandado
construir por Fernando III El Santo en el siglo XV para la orden
franciscana, concretamente las clarisas, la Segunda Orden de San
Francisco de Asís y fundada por Clara de Asís.
Se
crea en extramuros de la ciudad denominándose “El Arrabal de Santa
Clara”. Fué asediado e incendiado en repetidas ocasiones. Ya en
1495 pasará a formar parte de la ciudad y los muros lo protegerán.
El
convento era un centro de cultura, se escribía, leía y también se
esculpía. Es una ciudad dentro de otra. Sus iglesias son de una
única nave con la cúpula situada en el prebisterio como símbolo de
acercamiento al cielo. Típico de estos conventos es la creación de
un coro alto y otro bajo que utilizarán novicias y consagradas
respectivamente, práctica en desuso posiblemente por la falta de
vocación actual.
En
este templo encontramos un par de Cristos de suma importancia, uno
atribuido a Sebastián de Solís y el Cristo del Bambú o llamado
también de Los Estudiantes, el cual llama especialmente la atención
su policromía. Éste último no se le atribuye a ningún escultor en
concreto y sale en procesión los Lunes Santos con la peculiaridad de
los cantos de la tuna a la virgen en la salida del templo de La
Merced. Posteriormente el Cristo es conducido a modo de vía crucis a
su lugar de procedencia, la Iglesia o Capilla de Santa Clara.
Tras
esta visita, no sin antes ver caer algunas gotitas de agua nieve, nos
dirigimos hacia La Iglesia de San Lorenzo de la cual solo queda el
llamado “Arco de San Lorenzo”. Y es que de este templo solo queda
la torre, un arco y un dibujo realizado en azulejo pintado en uno de
los edificios contiguos al lugar. La iglesia desapareció en su día
con el incendio producido por las tropas napoleónicas.
Tanto
la iglesia como la capilla son de estilo mudéjar, de hecho se puede
comprobar en los azulejos que aún se conservan.
Este
edificio fue declarado en el siglo XIX como Monumento Nacional y
restaurado por Luis Berges. Enterrado Juan de Olid y bautizado
Maximiliano de Austria en 1555. Sirvió de capilla para el primer
concilio celebrado en Jaén y en uno de sus muchos caminos estuvo
Alfonso XIII. Actualmente es un lugar cultural donde se realizan
algunas charlas y presentaciones de libros.
De
este edificio hay ligadas muchas leyendas e historias, así la del
“Padre Canillas” que podemos leer en la página de Iuventa.
Tras
estar en el Arco San Lorenzo nos tuvimos que marchar pero la ruta
continuó hasta la Iglesia de San Ildefonso que no voy a relatar ya
que debido a que no estuvimos presente no sería fidedigna a la
continuación de la visita.
Nos
seguimos leyendo y viendo por esos caminos...
Fuentes de las fotos:
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