Ya el año pasado habíamos
realizado una visita por el Barrio Judío de Jaén, y como en otras
ocasiones, a través de la Asociación Cultural Iuventa.
Este año estábamos en
duda si podríamos realizarla pues teníamos unas cosillas que hacer
para ese día pero en última hora pudimos cancelarla y así
rememorar la historia judía de nuestra ciudad. Con el título Marzo
1492, El Canto del Cisne de Sefarad, se bautizó la visita por el
entramado judío giennense.
Este año el recorrido se
hizo en fin de semana lo que ayudó a la afluencia de más personas,
también el hecho que gracias a Iuventa y a Sefarad Tarbut se degustó
un típico desayuno giennense de origen judío.
Antes de dar comienzo al
desayuno se hizo entrega de los Premios Iuventa que fué adjudicado
al Bar-Restaurante El Arrabalejo, por su implicación en la búsqueda
de recetas judías o sefardíes.
Copio literalmente un
escrito que nos dieron en el desayuno para que se pueda entender la
importancia judía en nuestra cocina tradicional:
ECOS
DE SEFARAD EN LA COCINA TRADICIONAL GIENNENSE
“Aunque
nos pueda parecer sorprendente, el hecho de guisar con aceite de
oliva era razón más que suficiente, para que los judeo-conversos
españoles fueran denunciados al Tribunal de la Inquisición.
Mantener
sus costumbres, incluso las culinarias, era “judaizar”, e
indudablemente un indicio de la posible práctica en secreto de las
Leyes de Moisés. Las ironías de la historia harían que en el siglo
XX, la ciudad de Jaén se convirtiera en Capital Mundial del Aceite
de Oliva. Actualmente no hay un jiennense que no se precie de tener
como base fundamental de su gastronomía tradicional dicho
ingrediente. Sin embargo, solo cinco siglos atrás, mientras los
cristianos guisaban con manteca o tocino, los judíos eran
perseguidos por utilizar el sabroso y exquisito zumo de la aceituna.
Este
hecho queda extraordinariamente bien reflejado en un texto del libro
“Crónica del Reinado de los Reyes Católicos”, obra de Andrés
Bernáldez, que nos facilitó el investigador Francisco Bueno y que
reproducimos a continuación. Nos dejó, literalmente “de piedra”:
“Así,
los judíos, eran tragones e comilitones, que nunca dexaron el comer
a costumbre judaica de manjarejos e olletas de adefinas e manjarejos
de cebollas e ajos refritos con aceite, e la carne guisavan con
aceite, e lo echavan en lugar de tocino e de grosura, por escusar el
tocino; e el aceite con la carne e cosas que guisan hacen muy mal
oler el resultado, e así sus casas e puertas hedían muy mal a
aquellos manjarejos e ellos eso mismo tenían el olor de los judíos”.
Precisamente
con aceite de oliva se realizan numerosos platos de la gastronomía
tradicional jiennense, como los pestiños o gusanillos, las flores o
esponjuelas y la leche frita. Según nos dice José María Suárez
Gallego en el Recetario Jiennense, editado por Diario Jaén, S.A.,
esas masas fritas son más una reminiscencia de la pascua hebrea que
de la cristiana”. (Publicación “Jaén, camino de Sefarad”
Pág.14. Rafael Cámara Expósito. Editorial Asoc. Iuventa).
Es
por ello que hoy desayunamos con alguna de esas masas fritas en
aceite, tales como pestiños y los roscos, que forman parte de esa
gastronomía heredada a la que muchos conocemos con el sobrenombre de
“frutas de sartén”. De otra parte el pan con aceite de oliva es
también una evidente reminiscencia de las tradiciones judías de
antaño.
Finalmente
también desgustamos esta mañana tan especial el “Dulce sefardí
de nueces, naranjas y especias”. Recuperada su receta medieval y
adaptada a los gustos actuales por los giennenses Luis Salas (Obrador
El Paraíso) y Bernardo Jurado (investigador), esta delicia fue la
pieza ganadora del Primer Concurso de Repostería de la Red de
Juderías de España “Caminos de Sefarad”. Así, el mismo año y
día en que Jaén entraba a formar parte de dicha Red, el 1 de julio
de 2005, una delicia hecha en Jaén, el “dulce sefardí”, se
convertía en el ganador del mencionado concurso y, por tanto, en el
dulce oficial de la Red de Juderías de España. - 31 de Marzo de
2012 u 8 de Nisan de 5772.
Tras
degustar el magnífico desayuno que se realizó en el Casino
Primitivo de Jaén procedimos a la visita guiada, en esta ocasión,
por Rafael Cámara, presidente de la Asociación Iuventa.
Antes de comenzar nuestra
ruta por la judería hemos de hacer un pequeño trazo de donde podría
estar ubicada como algo de historia y detalles demográficos del Jaén
Judío del medievo.
Decir que la judería
estaría situada aproximadamente entre la muralla romana y el arroyo.
Hay diferentes estudios en los que se tasa la densidad de la
población judía de la época, así, según Samuel R. Zarza nos
relata que habría 300 familias, J. L. Lacave, 1500 personas, Pedro
Porras Arboleda, de 2000 a 2500, y Luis Coronas, dice que es posible
toda esta población pero que no tendrían únicamente su domicilio
en el barrio judío sino que podrían estar en extrarradios del
mismo.
Las puertas eran cerradas
por las noches, una vez se entraba por éstas, la vida era distinta
al resto de la ciudad, todo se regía por las normas judaicas,
fiestas, días como el sabat, cronología o costumbres.
Los judíos de Jaén eran
los encargados de los recaudos para la administración de la ciudad y
en determinadas épocas estuvieron en la obligación de llevar las
“rodelas”, que se trataban de pequeños trozos de tela redondos,
bien en color rojo o amarillo, que les diferenciaba del resto de la
población y denunciaba su condición de judío. Éstos debían
llevarlo colocados en lo alto de la vestimenta, más concretamente
cerca del hombro.
Fué en el siglo XV-XVI
cuando entra la Inquisición en Jaén, con las consecuencias que esto
acarrea para los judeizantes.
Y ya habiendo dado una
pequeña pincelada histórica, procedemos a nuestro recorrido que
comienza en el Monasterio de Santa Clara, monasterio real creado por
Fernando III El Santo en el siglo XV, en lo que fueron los cimientos
de una antigua sinagoga, tal y como se ha hallado en investigaciones
arqueológicas. Este monasterio o convento se encuentra en la calle
Santa Clara y los muros de lo que pudo ser la Sinagoga en la calle
Cruz, nombre que se adjudica a modo de cristianización.
Tras “perdernos” por
las callejuelas colindantes llegamos a la Plaza de los Huérfanos.
Esta plaza fué remodelada hace unos años y en 2005, tras la entrada
de Jaén a la Red de Juderías (tal y como se ha indicado
anteriormente), se colocó un monumento conmemorativo a la judería
de Jaén. Se erigió un candelabro de 7 brazos, típico judío, y en
el mismo se colocó una placa conmemorativa en la que se dice:
“Las
huellas de quienes anduvieron juntos nunca podrán borrarse. En
homenaje a las familias españolas en la diáspora sefardí” “Las
trasas de ken andaron endjuntos nunka podran ser abaldadas. En
omenaje a las famiyas espanyolas en el galut sefaradi”.
En la plaza se hallaron
restos de la antigua Puerta de Baeza, puerta que daba acceso directo
al barrio judío. Puerta que a modo laberíntico daba acceso al
barrio judío. Encima de estos restos se ha creado un puente como
símbolo de acceso. También a modo conmemorativo se ha colocado en
ladrillo y en el suelo la estrella de David.
Seguimos nuestro paseo por
la Calle San Andrés hasta llegar al Callejón del Gato que toma su
actual estructura del siglo XIX pero que nos puede aportar una cierta
idea de lo que fue en su día la judería. Hace poquito se ha
colocado aquí una placa hecha por la Escuela de Arte José Nogué en
el que se ve todo el plano de la judería.
Y siguiendo este callejón y
llegando a la Plaza nos encontramos prácticamente en el corazón de
la judería, estamos en la Calle del Rostro. Aquí visitaremos una
preciosa y cuidada casa en la que encontraremos un auténtico Edén,
un jardín maravilloso donde perdernos en el pasado y rememorar los
antiguos jardines ahora ya olvidados. Pero antes de pasar a la casa
hay que comentar ciertos detalles de su fachada, como la estrella de
David en piedra o la “Mezuzah”, que literalmente en hebreo
significa poste o viga, y constituye su colocación en la puerta
principal de entrada de la casa como una acción importante dentro de
las ceremonias de inauguración de la misma, ya que así, la casa se
encuentra bajo la protección de Dios. Una vez entramos, no sin antes
dar las gracias al dueño de la vivienda, Jacinto, pasamos al jardín
ya mencionado. Como dicho anteriormente es una auténtica maravilla.
El jardín pese a parecer a simple vista, desorganizado, todo tiene
su cierto orden que le ofrece ese encanto del que hablo. De todos los
restos arquitectónicos y escultóricos que encontramos en él sólo
uno es una escultura creada en serie, el resto son restos de
distintos lugares que están ubicados en el jardín estudiadamente.
El pino carrasco que hay tiene su pequeña historia y unos poquitos
años, concretamente unos cincuenta, siendo uno de los pinos de la
repoblación del monte del Castillo de Santa Catalina. Y encontramos,
un pino, varios limoneros, yedras, palmeras, parras, hongos en el
suelo que cuenta Jacinto que andando por el parece como una espesa y
frondosa alfombra. Fuentes adornan el centro y paredes del paraíso
creado dentro de la urbe de una gran ciudad. Auténtico tesoro que te
llama a pasar horas en él a modo de meditación, de lectura o
simplemente contemplación.
Nada más salir de la casa
lo primero que encuentras es la puerta lateral de la Iglesia de San
Andrés, concretamente la puerta que da acceso a las dependencias de
la “Cofradía de San Andrés” la cual está a punto de cumplir
los 500 años desde su fundación. Podría tratarse esta iglesia de
una antigua sinagoga, pero se trata de una hipótesis. En la puerta
encontramos un conjunto escultórico del abrazo de Santa Ana a la
Virgen, esta iconografía nos indica que nos hallamos ante un templo
dedicado a la Inmaculada, un templo eminentemente mariano, pese a su
nombre.
Continuamos asciendo por la
calle del Rostro y giramos sobre ella hasta llegar por detrás de la
Sede Sabetay, nombre que recibe por el eminente judío de principios
del siglo XX, el cual iba presumiendo de su antecedentes judíos
giennenses.
Si nos situamos en este
callejón ya en su extremo más alto encontramos el “Huerto del
Poli”, que data de época de finales del siglo XIX y principios del
XX, y que en realidad hasta hace poquito ha sido huerto, como otros
muchos de la ciudad, a modo de cantón. Actualmente y gracias a las
actuaciones arqueológicas efectuadas, el nivel del huerto descendió
y se halló, de gran importancia, una casa judía, que por sus
dimensiones se presume ser de gran interés y porte.
De aquí ya subimos hasta
Martínez Molina para coger rumbo hacia la Magdalena y acercarnos por
Santo Domingo, actual Archivo Histórico. Visitamos el patio y
rememoramos tiempos pasados como la Antigua Universidad de Jaén, o
donde estuvo ubicada la Santa Inquisión que fue la responsable de la
salida de los judíos de estas tierras.
Se que ha quedado atrás
mucha historia, nombres conocidos como Hasday Ben Saprut o leyendas
de la época que quedan para otra ocasión.
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